Hot Call
Ricardo Gutiérrez llegó muy
temprano al trabajo, era la misma rutina de siempre. Saludó a Clarita con una
falsa sonrisa cruzó la puerta hacia las oficinas de INTERCABLE y se sentó en su
pequeño cubículo. Parecía no estar de ánimo y más cuando llevaba dos semanas
con pocas ventas.
Giró a su alrededor para
observar a sus compañeros, ahí estaba Julián, Cata y Juan David, con esa cara
de pesadumbre, presos de un ciclo vicioso. Ellos tenían 30, yo acababa de
cumplir 21.
El jefe no había llegado,
Ricardo se sentía aliviado. ‘Unos pocos minutos antes de trabajar’ –pensó al
tiempo que sacaba un chocolate del bolsillo y lo escabullía entre sus dientes.
Se levantó y se dirigió al
baño. Mientras se miraba al espejo, vio su reflejo cansado, sus ojeras y el
acné habían empeorado. Se vio a sí mismo más viejo de lo que era. Agachó la
cabeza y pensó en las últimas dos semanas. No había dormido bien y hacia un mes
que Violeta lo había dejado. “Estresado y sin sexo” -se dijo mirando el vidrio-
¿qué podría ser peor? –terminó la pregunta con una sonrisa irónica. Se lavó la
cara y se dirigió de nuevo a su cárcel de medio metro.
-aló –dijo una voz al otro
lado de la línea telefónica.
-Buenas tardes, le habla
Ricardo Gutiérrez de su empresa INTERCABLE, ¿con quién tengo el gusto de
hablar? –preguntó con una sonrisa en la boca, como le habían enseñado.
Un tono intermitente le
respondió. Como solía sucederle, le habían colgado.
-Paciencia muchachos, de
cada 100 nos contestan 10, pero esos 10 lo valen, hay que aumentar los números
–vociferaba el jefe a espaldas de Ricardo.
Él no podía sentirse más
frustrado, comenzaba a impacientarse y su voz en las llamadas siguientes ya no
sonaba tan formal.
-Aló.
-Buenas tardes, le habla
Ricardo Gutierréz de su empresa INTERCABLE , la llamo para ofrecerle una de
nuestras promociona es por ser un cliente preferencial –recitó rápidamente
Ricardo.
-un momento –le respondió
una voz femenina, joven y dulce- ¿se encuentra usted bien? Va a mil señor, si
usted me va a vender algo, hágame el favor y me lo dice bien.
Ricardo se sintió apenado
con el reproche.
-Lo siento mucho señorita,
tiene usted toda la razón.
Ricardo se sintió ofendido
pero sabía que una mala respuesta podría costarle el trabajo. Se mordió la
lengua para no maldecir porque en el fondo sabía que eso era verdad.
Él era un estudiante
fracasado, no podía estudiar porque el dinero no le alcanzaba y su madre se
había casado por segunda vez y en medio de su luna de miel se había olvidado de
su existencia.
Un grito reprimido intentó
escaparse de su frustración. A pesar de que fue leve la mujer al otro lado de
la línea pudo notarlo.
¿Estás bien? ¿Estás
estresado? –dijo ella con un tono maternal- estaba jugando, no quería que te
sintieras mal… ¿cómo es que te llamas?
Ricardo no quería contestar,
pero sentía la necesidad de hablar, de desahogarse y así evitar destrozar la
oficina a punta de madrazos y pataletas.
-Riiicaaardo –respondió
tímidamente-.
-Bueno Ricardo, ¿cómo crees
que soy? –preguntó ella-.
Él se sorprendió, nunca
había jugado con su imaginación en ese sentido, tomaba las voces que escuchaba
como retos de venta, eran solo eso, números. La curiosidad lo impulsó a pensar
en cómo era su interlocutora, en la pantalla del computador aparecía su nombre,
se llamaba Isabella Marquéz Silva. Pensó en que tenía un bonito nombre.
Isabella le recordaba a la primavera, así que le dijo:
-Creo que eres de tez
quemada, de cabello castaño y ojos oscuros –puntualizó con absoluta resolución.
-¡Wow! -Respondió ella-¿te
gustan así?
Ricardo se inquietó, jamás
hubiera esperado una respuesta así pero no podía negar que la curiosidad le empezaba
a hervir en la mente, quería seguir el juego y ver qué sucedía. Su jefe estaba
distraído y su mayor miedo era que algún otro asesor monitoreara la llamada
pero realmente a esas alturas de su vida no le importaba, la misma le resultaba
tan aburrida que una simple duda le causaba gran emoción.
-sí –contestó al fin.
-Y… ¿qué quisieras hacer con
una mujer así? –dijo la voz femenina.
-Pueees…-titubeó él-.
Qué quisiera hacer con una
mujer así, se dijo para sus adentros. Sería una trampa del trabajo o realmente
podía decir lo que pensaba.
-Quisiera agarrarle las
nalgas mientras está encima de mi enterrándome las uñas –
Un calor le recorrió el
cuerpo, había arriesgado todo en aquella frase, y le importaba en lo más mínimo,
el alma le hervía, ansiaba la respuesta, tanto que no se había dado cuenta de
la erección que ya cargaba debajo de los pantalones.
Hola
ResponderEliminarSolo quiero darte un pequeño concejo y lo digo para poder leer el blog, podrías cambiar la letra o el fondo, pues se dificulta un poco para leer.
Saludos, Nibega.
Sí tienes razón pero soy pésima en el diseño, buscaré alguna plantilla más legible.
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