Milagro*
El sudor recorre mi cuerpo
mientras interpreto las señales de mi libido. Ya han pasado unas cuantas
semanas desde que follé con el último. Fue un buen polvo, nada extraordinario…
el punto justo. Siento como las cosquillas recorren la pelvis y me pregunto si
llamo al último, o al de siempre. Es que vean ustedes que el de siempre es una
cosita absurda; la química que nos envuelve se bambolea entre la delicadeza y
el instinto animal; el problema es que me emociona y luego termino esperando
los rituales románticos post coito y al final, sí, la cosa se torna rara y me
dan ganas de salir corriendo.
Sigo mirando el techo, buscándole
formas al estucado, y solo veo penes y vaginas y uno que otro corazón. Estoy
arrecha, los ovarios se me están quemando y las contracciones del útero hacen
que el clítoris se enerve. ¡Qué desespero! No hay nada más complejo que estar
caliente y no tener un vasito de agua con hielo a la mano.
¿O sí? La idea no me disgusta,
miro mi cama, me miro las manos; tengo las uñas cortas… por qué no hacerlo. Mi
mente me regaña. Estoy consciente de qué es lo que quiero entre las piernas.
Rebusco en mi mente las posibilidades. Se atraviesan ex novios y los descarto
de una –mucho romanticismo para un encuentro-, ex amantes, prospectos… ninguno
me convence. Me muerdo el labio de desesperación, la sensación caliente va
subiendo por mi pecho. Me tiene los pezones duros.
La piel de gallina combina con mi
blanco pálido. El sudor se ha vuelto frío. Intento cambiar de posición y meter
la almohada en la entrepierna para disipar la mente. Cierro los ojos y solo
pienso en orgasmos: en la vez que me vine con lengüetazos voraces en el cuello;
o cuando llegué al clímax con una boca bien puesta en la punta de mis senos. No
hay remedio. Es ahí cuando pienso en que debí haber comprado ese vibrador. Es
que vean ustedes que uno a veces gasta la plata en comida solo para el estómago
y no para el alma.
Miro mis manos fijamente y pienso
entre chanza y deseo con cuál dedo tendré mi cita. Les insinúo que no es más
que un trámite emocional, que será pasajero; que el hecho de que sean multitud
no les quita lo únicos que son y que las orgías también se permiten fuera de
las fantasías. Como siempre en la vida, nunca me ha gustado crear falsas
expectativas y menos cuando de mi mano derecha se trata.
Introduzco el placer directo en
el canal. Remando en aguas viscosas intento alcanzar el fondo en un movimiento
incesante que se suaviza cuando alcanzan el pequeño peñasco del clítoris. Una y
otra vez revuelvo y sacudo la expedición hasta que en un movimiento brusco la
cueva se derrumba y se cierra alrededor de mi mano. No hay heridos. Solo una
mujer que murió y renació. Un milagro.
Miro el techo con ojos
desorbitados y una gran sonrisa. La temperatura se ha regulado, el sueño me
asalta los parpados y me dispongo a caer en brazos de Morfeo. Del placer sexual
al onírico: el remedio perfecto para el descanso de una ninfómana romántica.
*Publicado en la cuarta edición de la Revista COMA. Bucaramanga, abril - 2017.
*Publicado en la cuarta edición de la Revista COMA. Bucaramanga, abril - 2017.
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