Supervivencia del ansioso
Hay días en los que la existencia me coge cansada.
No se trata de dormir todo el día, sino de aliviar la soledad.
No se trata de comer y comer insaciablemente, se trata de llenar los vacíos con algo.
No se trata de reírse por reír, pero sí de intentar disfrutar los pocos momentos en que se puede, aunque la sonrisa esconda motivaciones poco sinceras.
No se trata de querer por querer, pero a veces un beso es suficiente para sentirse amados, aunque al siguiente día, solo quede el sabor de la ausencia.
No se trata de cumplir horas de trabajo, pero a veces la cabeza necesita una distracción forzada para no pensar y pensar y pensar en por qué somos tan inútiles mentalmente.
No se trata de muchas de estas cosas, se trata de aliviar la pesadez de la existencia en días, semanas y meses como estos.
El que se sabe acompañado de la ansiedad con toda su melancolía entiende que no es compañera fácil.
Como buena amiga, es leal e imprudente y defenderá y potenciará los sentimientos y las sensaciones,
para bien o para mal.
Se transforma en la mejor aliada para llevarte a la destrucción, al mismo tiempo en que intentas salvar lo poco de ti que sientes que vale la pena.
Eso que nadie te reconoce, que atesoras, que no aflora siempre, que te reconforta, que se aferra, que te devuelve ilusiones, eso que no puede contra la ansiedad, pero intenta abrazarla para no morirse.
La fórmula no es fácil, pero cuando la esperanza acepta la ansiedad, en días como hoy, personas como yo, logran sobrevivir.
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