Sobre la ansiedad

Los trastornos psicológicos no son una señal de debilidad. Los que sufrimos de ansiedad no somos un chiste. Dejen de decirnos "eso es mental", como si pudiéramos tener un pensamiento positivo y automáticamente la vida nos cambiara. Conocemos nuestra condición, las factores que detonan los episodios, qué tan fuertes son, cómo los podemos controlar, y vivimos con ello. Sabemos que es mental porque otras personas se han encargado de recordarnos que para el mundo las dolencias importantes son las 'tangibles’; la herida abierta, el dolor específico, la condición diagnosticada por máquinas especializadas o exámenes de sangre; pero nosotros, que estamos enfermos de la cabeza, no somos cobijados socialmente.
No somos una burla, no somos frágiles y tampoco nos ‘estamos haciendo’. No es una pendejada que queramos llevar a donde sea que vayamos. Prefiero pensar que nos conocemos tanto que lidiamos con nuestros demonios a diario, a diferencia de muchos humanos con una salud mental "envidiable". Tal vez somos más susceptibles a nuestros entornos, a diferencia de algunos seres humanos que jamás llegan a saber nada de sus propias esencias y modos de interacción, no lo sé, no lo sabemos... quién sabe.
Somos existenciales porque tuvimos que entendernos antes de entender lo que es sufrir de ansiedad; somos más tolerantes porque sabemos que es ser tu propio enemigo, padecer y alucinar en carne propia, constante y en solitario; somos reservados con lo que sentimos porque no queremos sentirnos expuestos, no queremos que se burlen de lo que pensamos o de nuestra manera diferente de ver el mundo.
Lo cierto es que somos muchas personas las que padecemos de ansiedad, de pánico, de depresión, de bipolaridad... y de un sinfín de condiciones extrañas para el ciudadano promedio. Los hay medicados, los que hacen yoga, los que tienen técnicas de respiración, los que ejercen procesos mentales de renovación y curación para mantener la armonía; los viciosos, los que van a terapia; los que la sociedad dio por perdidos, los que se hacen daño, los que han intentado suicidarse, los que ya se fueron… y al final de cuentas, cada quien lidia como puede con sus tristezas.
Sigue siendo injusto que personajes que no comprenden el padecimiento ajeno vengan con las etiquetas en mano dispuestos a juzgarnos por locos como si nuestros traumas humanos, nuestros miedos y nuestros pensamientos recurrentes fueran opciones de vida que escogimos deliberadamente. Abrir la mente para llenarse de comprensión no es tan difícil. Probablemente usted también sea uno de estos 'enfermos' y ni siquiera se haya dado cuenta. Y, si por el contrario, usted goza de completa salud física y emocional, lo invito a revaluar sus criterios para ofrecer lo mínimo que puede brindarnos... respeto.

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