Suicida homicida


Ella escribía sin parar. La nostalgia le invadía el corazón. Estaba ansiosa por terminar su texto. Poco a poco mataba a su personaje, pensaba que tenía que ser una muerte sublime, pasional y romántica. Nadie podría reprocharle las líneas que iba desarrollando, con cada frase disminuía la vida, se extinguía la llama, se apagaban los sueños, esos mismos que sabía que también le pertenecían, los que condensaba en Teresa, y en ella, Marcela. Iba devorando las hojas, rasgaba la respiración, ahogaba el corazón, fusilaba la mente, inmaculaba su legado…

…entonces, garabateó el último párrafo sin la certeza de que su plan surtiría efecto una vez concluida la escritura…

<< Teresa se encontraba al borde del abismo, las olas rompían contra las piedras, la altura la sentía en la presión del aire en sus pulmones, la brisa empujaba su cuerpo en un vaivén; su vestido color azul ondeaba en el silencio estruendoso de la corriente de aire.  Tere, como le decían sus amigos, sonrió al pensar en que lo que habría de cometer no sería más que un homicidio perpetrado por la brisa del mar en vez de tratarse de un suicidio. Imaginaba los titulares: ‘Joven de 21 años se lanza al vacío’, ‘encuentran cadáver de jovencita en la orilla de la playa’, ‘¿qué pudo haberla matado?, ‘La mártir de Tierra Distante’… -¡Jah!- dijo con emoción, sería su primer protagónico y ni siquiera iba a estar viva para disfrutarlo.
Solo tenía que dejarse caer, ir con el respiro del mundo, bamboleándose de lado a lado, bailar un compás con la brisa, volar por un instante y caer en el vacío. Su vida abrumadora, aburrida y poco emocionante parecía ser un trago amargo del pasado, uno que curaría con agua salada… -Es como embriagar la vida con la sal de la muerte- pensó al borde de la roca. Su madrastra, la ceguera y terquedad de su padre, la envidia de sus hermanos, las decepciones del pasado y aquel amor no correspondido, todo sería convertido en una dulce hiel. El sufrimiento sería para los otros, si es que en algún momento de sus infames vidas pudieran echarle de menos.
Prefería entregarse a la naturaleza, que su cuerpo alimentara seres que sí merecieran vivir, incluso, pensó que en el fondo del mar podría encontrarse a Alfonsina y que algún poeta, de esos que se dicen malditos escribiría sobre ella. Con la convicción de la dulzura de sus actos y su amor propio entendió que, al no considerarse un ser humano de baja calaña, no merecía sufrir en un mundo tan apabullante, cruel e insano.
Dio un paso al frente, los centímetros se redujeron entre la punta de sus zapatos de charol, cuidadosamente embetunados en la mañana, y el vacío del abismo. Estiró las manos y con los ojos cerrados dejó escapar una gran bocanada de aire para volver a llenar sus pulmones mientras se entregaba a la fuerza de gravedad. La adrenalina le brotó las venas, su corazón latió aún más fuerte, temió por momentos que se le estallara antes de la caída. Quería sentir el estallido de su cuerpo contra las olas, como si ella fuera una impetuosa marejada que se abalanzaba hacía su muerte. Quería sentir las gotas como alfileres atravesando su cuerpo, quería aprovecharse de la furia del destino, del mar embravecido y sediento de ella, de Teresa, de Marcela, de ambas.
Los átomos de su organismo cayeron en una aleación casi perfecta, un desastre sordo en la mitad de un estruendoso recital acuífero. No hubo testigos, el suceso planeado con 60 días de anticipación había sido exitoso y sin contratiempos. Teresa había muerto. Cuando colisionó con el territorio de Poseidón una roca la recibió con un golpe en la sien, fue un deceso más bien indoloro. Una sonrisa permaneció en su rostro mientras irónicamente se le escurría la vida, ni siquiera el hilillo de sangre carmesí, como sus labios, pudo hacer la diferencia en ese azul caótico. Teresa se había convertido en una sirena de esas que se vuelven un mito, se sabe que existieron pero jamás se vuelven a ver.>>

Marcela dejó caer su pluma, la ‘R’ la había puesto con un dolor en el pecho. El malestar en su mano y sus ojos desorbitados le impedían dimensionar claramente lo que había hecho y lo que estaba próximo a suceder. Intentó ponerse de pie pero la respiración se le entrecortaba, sentía como la cabeza le daba vueltas. Intentó apoyarse en las manijas del closet pero sus rodillas flaquearon dejándola tendida en el suelo. 

En aquella pequeña habitación, al lado de una cama sencilla y un escritorio con un manuscrito dispersado en hojas por todo el lugar, yacía tendido el cuerpo inerte de Marcela. Sonreía frívolamente, sabía que en aquella tinta de olor parco no solo había matado a una mujer de nombre Teresa sino que había escrito su propia muerte. 

Comentarios

  1. Hola Laura, me gusto tu cuento, la escritura te fluye , sencillo de leer, le das tiempo al lector para imaginar la escena, me gusto bastante

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