Una nueva doctrina

Toda persona llega a un punto en su vida donde decide definir la filosofía de la misma basada en una serie de experiencias. En mi caso, esto vino después de viajar a México y conocer nuevas personas,  pensamientos, culturas, costumbres y demás ítems obligatorios de cualquier travesía.

En primer lugar, acostumbrarme a la partida de seres queridos, allegados, de apoyo y confianza fue el primer reto, entender que las personas van y vienen y que sería supremamente egoísta pensar en retenerlas a mi lado. Por ello hice una selección de recuerdos, guardando las cosas bonitas, cursis, sentimentales, anecdóticas, divertidas y plenas que me sucedieron, quedándome así con lo mejor de cada persona que conocí y dejando abierta la puerta de la esperanza de algún día volverlos a ver… y es que si uno se pone a pensar, existen muchos ‘conocidos’ que desaparecieron ya del panorama y prácticamente son tan desconocidos como si nunca me hubiera topado siquiera con ellos.
Así pues, aprendí a vivir con lo bonito, lo cual me lleva al segundo paso, regla o como le quieran llamar: vivir el presente. Suena muy trillado y nos la pasamos repitiendo lo mismo a diario pero, realmente… ¿hasta qué punto hemos interiorizado esto? Pues bueno, es hora de dejar el pasado donde corresponde, PASADO, y de no especular mucho sobre el futuro, no desentenderse del mismo, claro está, sino velar porque el afán de lo venidero no opaque lo presente, aunque son muy subjetivas las concepciones de estos términos temporales, creo que vivir el instante se trata de encontrar la satisfacción en las cosas pequeñas y simples; disfrutar de una buena charla, bailada, libro, soledad, etc., aprendiendo a deleitarse, no siendo conformistas tampoco, pero viviendo, no de manera apresurada sino con gusto, por cada instante. Podría decirse que tenemos momentos de mil sabores donde es más valioso saborear cada uno con todos los sentidos puestos, que tragar entero y veloz.

Es por ello que hoy tengo amigos en todo el mundo, no por su constancia en mi vida sino por las marcas que dejaron en el corazón, es por ello que hoy me siento plena, que disfruto de las enseñanzas del diario vivir, que sonrío más a gusto, y que me he vuelto más sensible, que tengo ansías de seguir conociendo el y aprendiendo del mundo, y que quiero enormemente contagiar a los demás de estas pequeñas semillitas en un universo tan deshumanizado y tan preocupado por lo incierto que olvida lo que sí está a su alcance para hacer que esto se convierta en sufrimiento en vez de ser la delicia que cualquier travesía representaría para un viajero.


Al ser mi blog una ventana a mi ser, este nuevo cambio resulta tan importante y trascendental que tal vez se vea reflejado en mi escritura a futuro, y pues sí, todo tiene una explicación y la de esto, es esta: aprendí a ser más feliz.

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