Hasta luego...
En momentos como estos
simplemente escribo, porque no hay mejor medicina que la de los versos, medio
de desahogo para tantas penas del corazón.
Y sí es ansiedad, pura y mera ansiedad, existen dos clases, una buena,
llena de emoción e inquietante felicidad; y una mala, llena de nostalgia y
tristeza inminente. Y es que todo se basa en la incertidumbre, en las ganas de
hacer y deshacer y en la falta de
tiempo. En mi caso es un problema de amor, sí, me enamoré de una ciudad, que no
es lo que esperaba y que tal vez ni siquiera me esperaba, pero ¿adivinen? Nos aprendimos
a querer. Independiente de nuestras personalidades, pudimos hallar puntos en
común, lamentablemente después de un buen tiempo, casi al final, cuando tengo
que decir adiós. Y es que me enseñó un lado que no esperaba, un lado que más
que bienestar, me produjo felicidad y momentos… ¡sí , de eso se trata, de
momentos! de esas burbujas donde el contexto no importa, solo el instante, las
sonrisas de conocidos, amigos y ¿por qué no también desconocidos?, y es que se
aprende a querer miradas, charlas, cafés, incluso a la escuela y es allí cuando
se ama la vida con mayor intensidad, pero ante la inminente despedida solo se siente
miedo de perder lo que te hizo y te hace feliz, se siente miedo de que al haber
cambiado tanto, el retornar al punto de partida signifique un sinsabor, más que
un placer.
Y descubres que has
cambiado porque sabes que valoras con mayor facilidad, que atesoras detalles y
que lo más básico de la felicidad está en esas tardes de tertulias, o en esos
chistes en otros idiomas, o en esos sonidos de guitarras, armónicas y voces
desafinadas… o/y primordialmente en la gente, bella creación y maravilloso
complemento, que entran a alimentar esa ansiedad porque sencillamente se hacen
querer y vuelve y juega, tal vez no los volverás a ver jamás en tu vida.
¿Triste?, sí, un poco, pero
también enriquecedor, tal vez solo resta decir gracias, muchos ‘te quiero’,
repartir muchos abrazos y besos y prepararse para seguir el viaje, alistar
maleta con ropa, zapatos, chucherías, recuerdos, enseñanzas, alegrías, personas
y momentos, ¡Que no falte nada, eh! Porque será lo único que nos llevaremos en
el pecho a cambio de lo que hemos dejado atrás: un trozo del corazón y varios
pensamientos, que como éste, se escaparan en forma de suspiros en futuras
madrugadas.
:')
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